En el mundo actual, donde la sostenibilidad se ha convertido en una prioridad ineludible, la industria del cerdo ibérico ha sabido adaptarse incorporando prácticas alineadas con los principios de la economía circular. Esta visión no solo busca minimizar residuos, sino también maximizar el valor de cada recurso, optimizando los procesos desde la cría hasta la comercialización de los productos.
Nada se desperdicia
Tradicionalmente, el cerdo ha sido símbolo de aprovechamiento integral, de ahí el dicho “del cerdo, hasta los andares”. En el caso del cerdo ibérico, esta idea se ha perfeccionado a través de técnicas que no solo respetan esta herencia cultural, sino que la alinean con una producción moderna, ética y eficiente.
En primer lugar, la selección de las carnes magras para la elaboración de productos como el chorizo ibérico, el salchichón ibérico o la caña de lomo ibérica responde a una lógica de aprovechamiento en la que cada pieza encuentra su función ideal. Las partes nobles se destinan a embutidos curados de alta calidad, mientras que otras piezas se emplean en productos cocidos, guisos tradicionales o incluso preparados gourmet.
Además, los subproductos del cerdo ibérico —grasas, huesos, pieles— se utilizan en distintas industrias: desde la cosmética hasta la farmacéutica o la alimentación animal. Incluso los residuos orgánicos generados durante el proceso pueden tener un segundo uso como fertilizantes naturales o biocombustibles, cerrando así el ciclo de aprovechamiento.
Recursos naturales
La economía circular también se manifiesta en el uso responsable de los recursos naturales. Por ejemplo, las dehesas, ecosistema clave para la cría del cerdo ibérico, son gestionadas de forma sostenible para garantizar su regeneración. Esto incluye el mantenimiento de los árboles, la rotación de pastos y la conservación de la biodiversidad. A su vez, este equilibrio ecológico permite alimentar al cerdo con recursos naturales —como la bellota— sin agotar el entorno.
En las fases de curación y elaboración, muchas empresas del sector —entre ellas Garimori— apuestan por secaderos naturales, que reducen el consumo energético y respetan los tiempos de curado tradicionales. También se han incorporado tecnologías que optimizan el uso del agua, reducen emisiones y disminuyen los desperdicios en el envasado y transporte.
Trazabilidad
Otro aspecto clave es la trazabilidad, que permite un control riguroso sobre el origen y uso de cada elemento. Esto no solo garantiza la calidad del producto final, sino que también facilita la implementación de sistemas que eviten pérdidas innecesarias y permitan la reutilización de recursos en distintos puntos del proceso.
Sostenibilidad
En definitiva, la economía circular no es una tendencia pasajera, sino una necesidad que el sector del ibérico ha sabido integrar sin renunciar a su esencia. Apostar por el aprovechamiento integral del cerdo ibérico no solo honra la tradición, sino que asegura un futuro más responsable y sostenible para una de las joyas gastronómicas de la Península Ibérica.